domingo, 30 de diciembre de 2012

Decálogo del hipocondríaco

Ser hipocondríaco no es nada fácil. Lo digo por experiencia. Lo peor es ser hipocondríaco y sufrir trastornos psicosomáticos pues se entra en un círculo vicioso del que es difícil salir aunque, por otra parte, sirve para apreciar de manera diáfana cómo físico y psique están conectados. Un terreno en el que, a mi entender, se debería investigar mucho más. ¿Para qué tomar una medicina para el cuerpo cuando el problema está en el alma? Ya es sabido que lo fácil y lo directo no siempre es lo más efectivo. Pero el alma no se cura con pastillas y la industria farmacéutica de algo tiene que vivir, ¿no? De todos modos, visto como está la sanidad pública en este momento me conformo con que no nos dejen morir lenta y dolorosamente de metástasis.

Afortunadamente soy una hipocondríaca bastante sana. De vez en cuando me invade un miedo repentino: he estado rellenando botellas de plástico = problemas hormonales; me ha sentado mal una comida = úlcera gástrica; este lunar parece haber cambiado de forma = melanoma; se ha descubierto un nuevo virus letal en Papúa Nueva Guinea = ¡¡voy a morir!! A pesar de todas estas preocupaciones he pisado en pocas ocasiones un hospital. No entiendo a esas personas que por una gripe leve o un dolor puntual se plantan en urgencias pidiendo droga (de la buena, supuestamente).

Se debería trabajar la resistencia interior de nuestro cuerpo. Abusar de medicamentos puede no solo convertirnos en una especie de yonkis del fármaco, sino también generar otras enfermedades pues todos sabemos que caramelos no son. Mi filosofía en este terrero es sanarme sola en la medida de lo posible echando mano de remedios clásicos como la paciencia, la alimentación y el descanso. Unas defensas vagas son un gran problema y hacen más sencillo el camino hacia la muerte. Imagínese, cualquier día se estrella el avión en el que viaja, acaba en una isla desierta y a los dos días ya forma parte de un festín para alimañas porque no ha podido sobreponerse a una infección por un corte en la pierna, una fiebre causada por las altas temperaturas o una indigestión por haber comido un jabalí crudo. Teniendo en cuenta que estos avatares pueden darse en cualquier momento (uno siempre tiene que tener en cuenta todas las vueltas que puede dar la vida) conviene ir entrenando el cuerpo para tener más fácil lo de convertirse en un Robinson Crusoe.

La mejor receta para mantenerse sano no es ningún secreto: combinar felicidad y satisfacción con uno mismo con una buena nutrición y ejercicio. Parece fácil, pero en absoluto lo es, sobre todo el primer punto y más en estos tiempos en que lo raro es no ponerse malo en esta sociedad ya de por sí enferma de manera crónica.

Hay muchos tipos de hipocondríacos, en su mayoría, también maniáticos. Sí, somos difíciles de aguantar, para qué negarlo. Pero los verdaderamente insoportables son los que lo utilizan como excusa para todo y son incapaces de poner una pizca de su voluntad para sobreponerse. Seas del tipo que seas, he aquí diez consejos útiles. 

1. Asumirlo. Acepta que eres un poco peliculero con síntomas de supuestas enfermedades graves, vamos, un hipocondríaco. Que te entre en la cabeza que es posible que estés equivocado y, por tanto, sano en la mayoría de las ocasiones en las que piensas que vas a tener que pasar por quirófano. 

2. No documentarse sobre enfermedades en general. Es una de las peores cosas que puedes hacer. Aún recuerdo cuántos temores me despertó aquella enciclopedia sobre salud que regalaba por fascículos Faro de Vigo y que descubrí en una estantería de mi casa cuando tenía unos diez años. Nunca debí leérmela entera.

3. Precaución en Internet. No solo te toparás con cientos de  webs sobre pseudomedicina (bastante fáciles de advertir), sino con gente que se pone en lo peor. Conviene leer con precaución. Si la cosa se pone fea con tu supuesta enfermedad cierra la página. Más cautela aún en los foros. Hay personas que por un padrastro tuvieron que ser operadas de urgencia del páncreas. Recuerda que existen algo llamado "excepción" que no tiene por qué ver contigo. 

4. Precaución también con otros hipocondríacos. Somos buena gente, pero si nos juntamos puede cundir el pánico en cualquier momento. Hay hipocondríacos con los que es una maravilla hablar pues se nota que saben más sobre salud que algunos médicos y dan grandes consejos (es probable que hayan sufrido alguna de las enfermedades que crees que padeces y te ayuden a superarlas, o sea, a darte cuenta de que no las tienes) y los hay que son un peligro pues su pesimismo y relato continuado de malestares se vuelven contagiosos.

5. Evitar el análisis exhaustivo del cuerpo. Latidos del corazón, lunares, picores... todo esto y mucho más forma parte de un estudio minucioso por parte del hipocondríaco que se cree con capacidad de dilucidar, por ejemplo, que una taquicardia es síntoma inequívoco de problemas cardíacos. Una vez detectados esos primeros latidos desacompasados empieza una fase de seguimiento que suele derivar en pánico al comprobar que se repiten. Lo más probable es que el corazón siempre se comportase así sin mayor problema o bien que la propia obsesión con tema provoque cierta anomalía. Conviene también olvidarse, en la medida de lo posible, del historial médico de la familia y del tema de la predisposición genética. 

6. No despertarse pensando en la enfermedad del día. Este consejo va para los hipocondríacos extremos. He conocido a gente que, cada día, nada más levantarse de la cama se encontraba mal aunque no sufría ninguna enfermedad en particular. Su propia mente obsesionada con la salud combinada con otras preocupaciones fluían a su estado físico. La convicción de estar enfermo se transformaba en un hecho real. La filosofía tiene que tiene que imperar en la mente es "estoy sano", pero hay que creérsela o de modo contrario  no surtirá efecto. 

7. Llevarse bien con el médico. Lo ideal es no dejar entrever al doctor que sabes más que él sobre tu enfermedad. Se pueden dar dos casos. El primero es que vayas de sabidillo contándole al médico cada uno de tus síntomas y como eso indudablemente confirma que sufres la enfermedad X. En este caso es posible que el doctor te coja manía por encontrarse con cansinos como tú todos los días. El segundo es que no de pie con bola, le reste importancia a tu malestar sin hacerte siquiera una prueba y se note que te quiere despachar rápidamente. En este caso es importante que le hagas entender que tu preocupación es real sin mostrar demasiado que eres una enciclopedia del saber en temas de la salud. En cualquiera de los casos y por tu bien, deja primero que el médico saque sus conclusiones, si estas no te convencen entonces insiste. 

8. Esperar tranquilamente los resultados de las pruebas. ¿De qué sirve preocuparse de algo cuando aún no tienes la seguridad de que sea real? Sí, todos lo sabemos: para amargarse. Ponerse en lo peor para luego llevarse la alegría de que resulta que no era nada no es aconsejable. Lo mejor, sin duda, es no pensar en ello en general. Y sí, resulta muy difícil.

9. La salud cuesta. Querido hipocondríaco si quieres estar sano hay que currárselo y no ayuda el abuso de  tabaco, alcohol y patatillas ni pasarse el día con las posaderas pegadas a un asiento. 

10. Be happy







jueves, 20 de diciembre de 2012

Felicidad, borregos y cosas del fútbol

Hoy voy a hablar de un tema controvertido. Después de tratar cuestiones como la crisis o la decadencia de la sociedad, por fin tocaré una cuestión importante de verdad, de esas que generan debates profundos por su complejidad y efecto directo sobre el porvenir: el fúrbol. 

Leídas estas tres líneas los forofos de este deporte ya me habrán cogido manía. ¡Qué se le va hacer! Cosas del fútbol, esa gran preocupación de nuestros días. 

Antes "pan y circo" y ahora ya solo nos conformamos con el circo. Puede que nos quiten la sanidad y la educación públicas, puede que nos quiten la dignidad en el trabajo con condiciones precarias, puede que nos quiten derechos a los pobres mientras los corruptos de la  jet set se van de rositas, puede que nos quiten hasta la salud al no poder alimentarnos correctamente a causa de precios que suben y salarios que bajan... ¡¡pero jamás nos quitarán el fútbooooooooooooool!! Así, por lo menos, aún quedarán motivos por los que vivir, esto es, Messi regateando, un gol de Cristiano Ronaldo o un paradón de Casillas. 

¿Exagero?


Basta recordar las últimas victorias de España en el Mundial de 2010 y la Eurocopa 2012. Miles y miles de personas salieron a la calle para celebrarlo, el país se inundó en ambas ocasiones de "una marea roja" que vitoreaba a unos pocos que resulta que había metido más balones entre tres palos que sus adversarios. Recuerdo la celebración de este año en Porriño: no se pudo dormir hasta las tantas, fuegos de artificio, cánticos, música, los horarios nocturnos no se respetaron, el Concello facilitó una pantalla enorme para ver la "hazaña" (como en tantos otros municipios de todo el país) y hasta organizó una fiesta de espuma en la plaza central. Las pocas veces que se ha convocado algún tipo de manifestación justificada en Porriño han ido cuatro gatos, con cuatro pancartas y vigilados por las fuerzas de seguridad locales. Recordemos que a nivel general, si se arrejuntan muchos se arregla el asunto con pelotas de goma en los ojos y palos en las piernas. La unión para lo que verdaderamente importa: ganar en los deportes. Propongo además, y a raíz de todo lo expuesto, que cuando algo me haga verdaderamente feliz pueda hacer ruido hasta las tantas, manchar las calles y embriagarme para gritar a pleno pulmón como solo lo hacen los borrachos sin que me detengan por un delito de desorden público. 

En el tema del fútbol es todo muy gracioso, al menos a mí me resulta de lo más simpático. La gente en los bares criticando este país, su sistema y su sociedad, pero amigo, cuando gana la selección española: "¡¡¡yo soy español, español, español!!!". ¡Cuántos hemos respondido mentalmente "tú lo que eres es gilipollas!".. 

En verdad sospecho que los alemanes nos dejaron ganar porque así, aunque nos quiten el dinero de nuestros bolsillos, por lo menos nos llevemos la alegría de ganar al fútbol pues eso nos beneficia en que... que... ¿los jugadores son más ricos, compran más y reactivan la economía española? ¿Expandimos nuestra fama en Asia para que quieran colonizarnos aún más? ¿Podemos vestir los colores de la bandera española sin parecer fachas? No sé, no sé. Trato de ver lo que genera tanta alegría, satisfacción y obsesión con el fútbol pero no alcanzo a comprender.

Y es que desde fuera hasta resulta grotesco la pasión por este deporte. Y yo no soy una ignorante total en la materia, me sé lo del fuera de juego. Es más, yo fui futbolera. Es más aún, yo jugaba habitualmente al fútbol de pequeña con los niños mientras el resto de las niñas jugaban al "sesesé". Mi técnica era depurada. Consistía en dar una patada en la canilla al jugador del equipo contrario (muchas veces sin querer, de verdad), hacerme con el balón y lanzarlo de un punteirolo hasta la portería con resultado de gol (en ocasiones). Era del Barça por influencia de mi hermano mayor (aunque mi desdén hacia el Real Madrid era propio) y viví bastante enterada de la Liga en aquella época en la que el equipo tenía jugadores como Stoichov, Luis Enrique, Guardiola, Couto, Pizzi... y entrenadores como Bobby Robson o más chistosos como Van Gaal (siempre me acordaré de su "¡¡siempre negativo, nunca positivo!!"). Se podría decir que me gustaba el fútbol con moderación. Y se podría decir que hoy en día aborrezco este deporte.

Este desapego se debe a que me parece que la gente lo flipa demasiado. Los partidos son batallas en una guerra general que es la Liga, la Champions, el Mundial... Y los jugadores son astros, craks... por saber darle bien al balón, algo lógico teniendo en cuenta que lo hacen desde niños y es su profesión. Hay gente muy buena en sus trabajos, en empleos que repercuten en beneficio de la sociedad y nadie les aplaude cada vez que hacen algo bien. Además, discúlpenme si esto daña su sensibilidad, pero muchos jugadores parecen un poco, como decirlo de modo delicado... simples. Como que les cuesta hablar de lo suyo, de lo que conocen bien. Ya de lo que no dominan ni hablemos...  Luego está Mourinho dando espectáculo para delicia de la prensa deportiva, que compite con la del corazón en sensacionalismo, especulación y contenido vacío. Y resulta que Cristiano que está triste cumpliendo la máxima de que el dinero no da la felicidad porque aún cuanto tonto hay por el mundo no son suficientes para darse cuenta de que él no lo es. Triste historia la suya sin lugar a dudas. 

Pero todos estos personajes son idolatrados, a pesar de que muchos son el paradigma del egoísmo, la prepotencia y la ignorancia. Ocupan horas y horas en la televisión y en la radio y páginas y páginas en la prensa tooooodos los días. ¿Saben cuanto cuesta televisar un partido? ¿Qué despliegue de medios hay que hacer? Muchísimo más de lo que sospechan. Para esto siempre hay pasta. Para desplazarse al corazón de un conflicto internacional no llega el presupuesto. Y el tiempo de deportes no ha hecho otra cosa sino crecer de manera que si antes ocupaba unos minutos al final de los informativos, ahora forma parte de un espacio diferente que dura más que un telediario completo porque, como todos sabemos, son las noticias que importan. 

Cuando más me divierte el fútbol es cuando se dan casos de jugadores tránsfugas. Me encanta comprobar como de un día para otro pasan de besar la camiseta que sienten con to' el alma a decir que su sueño de siempre era jugar el equipo que les acaba de fichar. Más gracioso aún cuando la afición que antes les insultaba pasa a aplaudirles y viceversa. El jugador infiel, por su parte, palmea con ímpetu el escudo de su nueva indumentaria cuando marca un gol o responde con un corte de manga a sus antiguos seguidores. Buenos ejemplos nos han dejado las historias de Figo, Ronaldo o Luis EnriqueY es que en el fútbol, como en las cosas del corazón, uno no se puede controlar. Un día amas mucho, pero al otro se te rompió el amor. Chistoso también ese dualismo entre buenos y malos. Si eres culé, los madridistas son lo peor y a la inversa. En Galicia, o eres turco o portugués (en la época en la que me interesaba el fútbol al menos era así). Blanco o negro. Pero siempre ganador. Nadie quiere ser del equipo que pierde y así se dan las modas en las que florecen seguidores de un lado o de otro de debajo de las piedras en función de las victorias. 

Pero dejando los asuntos de reír y centrándonos en cosas más serias, en el fútbol se dan circunstancias propias de los ámbitos en los que se maneja pasta a mansalva: maletines sospechosos, favores, amnistías sacadas de la manga...  Recientemente se han aprobado medidas para que los equipos de fútbol paguen sus tributos a Hacienda como cualquier ciudadano de a pie (tendré que ver los resultados para creérmelo). Alguno habrá por ahí que le de penita que a raíz de esto el equipo de sus amores peligre por falta de viabilidad económica como si de un pobre padre de familia que se ha quedado en la calle y se ve atrapado en un pozo del que no consigue salir. Igualito.

En el ámbito político saben perfectamente que el fútbol sirve para mantener distraídos a los borregos. Sin ir más lejos misteriosamente los anuncios de los primeros recortes de Mariano Rajoy & Company coincidieron con encuentros futbolísticos que mantuvieron a los españoles entretenidos. En los bares, al día siguiente, no se hablaba de otra cosa "¿Viste el partido de ayer?" Mientras haya gladiadores luchando en el circo la vida pasa más ligera.

No cuestiono que la gente busque distracciones y hasta estoy dispuesta aceptar que el fútbol puede ayudar a la gente joven a entender lo que significa el sacrificio, la deportividad y la salud física entre quienes lo practican (cosas que, por otra parte, se pueden dar en otros muchos ámbitos). Pero sí dudo de esa felicidad, o supuesta dicha, que brinda a todos los seguidores. Entiendo que la felicidad puede venir de dos vertientes: la relacionada con uno mismo y la que tiene que ver con terceros y que revierte en la felicidad propia porque se trata de un bien común. Esto es, comprendo que si a uno le toca la lotería, esté boyante de alegría. Entiendo también que si le toca la lotería al que mendiga en la calle esto cause alegría pues ha derivado en una mejora social, en este caso, una persona menos sin techo. Ahora bien, ¿de dónde proviene la felicidad generada por ganar al fútbol? ¿De qué modo supone una mejora para el individuo o la sociedad? Es aquí cuando no comprendo. ¿Es la vida de uno tan vacía que tiene que aferrarse a hechos ajenos que ni siquiera aportan beneficio común alguno? Puede que se trate del sentimiento de comunidad el que aporta la dicha, pero ¿dónde está ese sentimiento cuándo verdaderamente hace falta? En una sociedad cada vez más individualista, me cuesta creer que esa idea de colectividad genere este estado de ánimo. Puede que se trate de competitividad, algo inherente al ser humano. Parece que una victoria de otros se sienta como propia. Curioso, pero inútil a nivel social. Salvo para calmar los ánimos belicosos, supongo.

Si se le pregunta a un forofo del fútbol qué opina de todos esos tafinanes de Justins Biebers, de Ones Directions (la "s" incluye a los derivados) que gritan, lloran y se tiran de los pelos cuando ven a sus ídolos, muy posiblemente diga que se trata gente sin dos dedos de frente y embobada por la televisión. Pues bien, yo veo lo mismo cuando la gente se desvive con los partidos o los jugadores. Lo peor es que un muchos casos se trata de personas que superan los 16 años. Pero como siempre, somos incapaces de ver que pecamos de aquello que criticamos. O simplemente serán cosas del fútbol.





martes, 11 de diciembre de 2012

Lugares que recomiendo II: Quinta da Regaleira en Sintra

Portugal está inmerecidamente infravalorado en lo que a su aspecto turístico se refiere. Lo sé, suena a tópico, pero es una verdad como un templo y tenía que decirla. Que conste que a mí no me parece mal, valoro mucho de los sitios en los que los turistas se reducen a la mínima expresión, ¡qué tranquilidad y sosiego oigan!

Para disfrutar de Portugal hay que ser de esas personas que aprecian los detalles y que no miden la impresión que causa un lugar en función de los metros cuadrados que ocupe o de la publicidad que se le haya dado. Este país esconde pequeñas sorpresitas en cada esquina que son regalos para esos visitantes tranquilos que pasan de tours, de mapas y se atreven a improvisar. Tiene, además, otros lugares típicamente turísticos que no decepcionan. En definitiva, una joyita a un paso.

Hoy hablaré de un lugar turístico de Portugal y, no obstante, un gran desconocido.