jueves, 20 de diciembre de 2012

Felicidad, borregos y cosas del fútbol

Hoy voy a hablar de un tema controvertido. Después de tratar cuestiones como la crisis o la decadencia de la sociedad, por fin tocaré una cuestión importante de verdad, de esas que generan debates profundos por su complejidad y efecto directo sobre el porvenir: el fúrbol. 

Leídas estas tres líneas los forofos de este deporte ya me habrán cogido manía. ¡Qué se le va hacer! Cosas del fútbol, esa gran preocupación de nuestros días. 

Antes "pan y circo" y ahora ya solo nos conformamos con el circo. Puede que nos quiten la sanidad y la educación públicas, puede que nos quiten la dignidad en el trabajo con condiciones precarias, puede que nos quiten derechos a los pobres mientras los corruptos de la  jet set se van de rositas, puede que nos quiten hasta la salud al no poder alimentarnos correctamente a causa de precios que suben y salarios que bajan... ¡¡pero jamás nos quitarán el fútbooooooooooooool!! Así, por lo menos, aún quedarán motivos por los que vivir, esto es, Messi regateando, un gol de Cristiano Ronaldo o un paradón de Casillas. 

¿Exagero?


Basta recordar las últimas victorias de España en el Mundial de 2010 y la Eurocopa 2012. Miles y miles de personas salieron a la calle para celebrarlo, el país se inundó en ambas ocasiones de "una marea roja" que vitoreaba a unos pocos que resulta que había metido más balones entre tres palos que sus adversarios. Recuerdo la celebración de este año en Porriño: no se pudo dormir hasta las tantas, fuegos de artificio, cánticos, música, los horarios nocturnos no se respetaron, el Concello facilitó una pantalla enorme para ver la "hazaña" (como en tantos otros municipios de todo el país) y hasta organizó una fiesta de espuma en la plaza central. Las pocas veces que se ha convocado algún tipo de manifestación justificada en Porriño han ido cuatro gatos, con cuatro pancartas y vigilados por las fuerzas de seguridad locales. Recordemos que a nivel general, si se arrejuntan muchos se arregla el asunto con pelotas de goma en los ojos y palos en las piernas. La unión para lo que verdaderamente importa: ganar en los deportes. Propongo además, y a raíz de todo lo expuesto, que cuando algo me haga verdaderamente feliz pueda hacer ruido hasta las tantas, manchar las calles y embriagarme para gritar a pleno pulmón como solo lo hacen los borrachos sin que me detengan por un delito de desorden público. 

En el tema del fútbol es todo muy gracioso, al menos a mí me resulta de lo más simpático. La gente en los bares criticando este país, su sistema y su sociedad, pero amigo, cuando gana la selección española: "¡¡¡yo soy español, español, español!!!". ¡Cuántos hemos respondido mentalmente "tú lo que eres es gilipollas!".. 

En verdad sospecho que los alemanes nos dejaron ganar porque así, aunque nos quiten el dinero de nuestros bolsillos, por lo menos nos llevemos la alegría de ganar al fútbol pues eso nos beneficia en que... que... ¿los jugadores son más ricos, compran más y reactivan la economía española? ¿Expandimos nuestra fama en Asia para que quieran colonizarnos aún más? ¿Podemos vestir los colores de la bandera española sin parecer fachas? No sé, no sé. Trato de ver lo que genera tanta alegría, satisfacción y obsesión con el fútbol pero no alcanzo a comprender.

Y es que desde fuera hasta resulta grotesco la pasión por este deporte. Y yo no soy una ignorante total en la materia, me sé lo del fuera de juego. Es más, yo fui futbolera. Es más aún, yo jugaba habitualmente al fútbol de pequeña con los niños mientras el resto de las niñas jugaban al "sesesé". Mi técnica era depurada. Consistía en dar una patada en la canilla al jugador del equipo contrario (muchas veces sin querer, de verdad), hacerme con el balón y lanzarlo de un punteirolo hasta la portería con resultado de gol (en ocasiones). Era del Barça por influencia de mi hermano mayor (aunque mi desdén hacia el Real Madrid era propio) y viví bastante enterada de la Liga en aquella época en la que el equipo tenía jugadores como Stoichov, Luis Enrique, Guardiola, Couto, Pizzi... y entrenadores como Bobby Robson o más chistosos como Van Gaal (siempre me acordaré de su "¡¡siempre negativo, nunca positivo!!"). Se podría decir que me gustaba el fútbol con moderación. Y se podría decir que hoy en día aborrezco este deporte.

Este desapego se debe a que me parece que la gente lo flipa demasiado. Los partidos son batallas en una guerra general que es la Liga, la Champions, el Mundial... Y los jugadores son astros, craks... por saber darle bien al balón, algo lógico teniendo en cuenta que lo hacen desde niños y es su profesión. Hay gente muy buena en sus trabajos, en empleos que repercuten en beneficio de la sociedad y nadie les aplaude cada vez que hacen algo bien. Además, discúlpenme si esto daña su sensibilidad, pero muchos jugadores parecen un poco, como decirlo de modo delicado... simples. Como que les cuesta hablar de lo suyo, de lo que conocen bien. Ya de lo que no dominan ni hablemos...  Luego está Mourinho dando espectáculo para delicia de la prensa deportiva, que compite con la del corazón en sensacionalismo, especulación y contenido vacío. Y resulta que Cristiano que está triste cumpliendo la máxima de que el dinero no da la felicidad porque aún cuanto tonto hay por el mundo no son suficientes para darse cuenta de que él no lo es. Triste historia la suya sin lugar a dudas. 

Pero todos estos personajes son idolatrados, a pesar de que muchos son el paradigma del egoísmo, la prepotencia y la ignorancia. Ocupan horas y horas en la televisión y en la radio y páginas y páginas en la prensa tooooodos los días. ¿Saben cuanto cuesta televisar un partido? ¿Qué despliegue de medios hay que hacer? Muchísimo más de lo que sospechan. Para esto siempre hay pasta. Para desplazarse al corazón de un conflicto internacional no llega el presupuesto. Y el tiempo de deportes no ha hecho otra cosa sino crecer de manera que si antes ocupaba unos minutos al final de los informativos, ahora forma parte de un espacio diferente que dura más que un telediario completo porque, como todos sabemos, son las noticias que importan. 

Cuando más me divierte el fútbol es cuando se dan casos de jugadores tránsfugas. Me encanta comprobar como de un día para otro pasan de besar la camiseta que sienten con to' el alma a decir que su sueño de siempre era jugar el equipo que les acaba de fichar. Más gracioso aún cuando la afición que antes les insultaba pasa a aplaudirles y viceversa. El jugador infiel, por su parte, palmea con ímpetu el escudo de su nueva indumentaria cuando marca un gol o responde con un corte de manga a sus antiguos seguidores. Buenos ejemplos nos han dejado las historias de Figo, Ronaldo o Luis EnriqueY es que en el fútbol, como en las cosas del corazón, uno no se puede controlar. Un día amas mucho, pero al otro se te rompió el amor. Chistoso también ese dualismo entre buenos y malos. Si eres culé, los madridistas son lo peor y a la inversa. En Galicia, o eres turco o portugués (en la época en la que me interesaba el fútbol al menos era así). Blanco o negro. Pero siempre ganador. Nadie quiere ser del equipo que pierde y así se dan las modas en las que florecen seguidores de un lado o de otro de debajo de las piedras en función de las victorias. 

Pero dejando los asuntos de reír y centrándonos en cosas más serias, en el fútbol se dan circunstancias propias de los ámbitos en los que se maneja pasta a mansalva: maletines sospechosos, favores, amnistías sacadas de la manga...  Recientemente se han aprobado medidas para que los equipos de fútbol paguen sus tributos a Hacienda como cualquier ciudadano de a pie (tendré que ver los resultados para creérmelo). Alguno habrá por ahí que le de penita que a raíz de esto el equipo de sus amores peligre por falta de viabilidad económica como si de un pobre padre de familia que se ha quedado en la calle y se ve atrapado en un pozo del que no consigue salir. Igualito.

En el ámbito político saben perfectamente que el fútbol sirve para mantener distraídos a los borregos. Sin ir más lejos misteriosamente los anuncios de los primeros recortes de Mariano Rajoy & Company coincidieron con encuentros futbolísticos que mantuvieron a los españoles entretenidos. En los bares, al día siguiente, no se hablaba de otra cosa "¿Viste el partido de ayer?" Mientras haya gladiadores luchando en el circo la vida pasa más ligera.

No cuestiono que la gente busque distracciones y hasta estoy dispuesta aceptar que el fútbol puede ayudar a la gente joven a entender lo que significa el sacrificio, la deportividad y la salud física entre quienes lo practican (cosas que, por otra parte, se pueden dar en otros muchos ámbitos). Pero sí dudo de esa felicidad, o supuesta dicha, que brinda a todos los seguidores. Entiendo que la felicidad puede venir de dos vertientes: la relacionada con uno mismo y la que tiene que ver con terceros y que revierte en la felicidad propia porque se trata de un bien común. Esto es, comprendo que si a uno le toca la lotería, esté boyante de alegría. Entiendo también que si le toca la lotería al que mendiga en la calle esto cause alegría pues ha derivado en una mejora social, en este caso, una persona menos sin techo. Ahora bien, ¿de dónde proviene la felicidad generada por ganar al fútbol? ¿De qué modo supone una mejora para el individuo o la sociedad? Es aquí cuando no comprendo. ¿Es la vida de uno tan vacía que tiene que aferrarse a hechos ajenos que ni siquiera aportan beneficio común alguno? Puede que se trate del sentimiento de comunidad el que aporta la dicha, pero ¿dónde está ese sentimiento cuándo verdaderamente hace falta? En una sociedad cada vez más individualista, me cuesta creer que esa idea de colectividad genere este estado de ánimo. Puede que se trate de competitividad, algo inherente al ser humano. Parece que una victoria de otros se sienta como propia. Curioso, pero inútil a nivel social. Salvo para calmar los ánimos belicosos, supongo.

Si se le pregunta a un forofo del fútbol qué opina de todos esos tafinanes de Justins Biebers, de Ones Directions (la "s" incluye a los derivados) que gritan, lloran y se tiran de los pelos cuando ven a sus ídolos, muy posiblemente diga que se trata gente sin dos dedos de frente y embobada por la televisión. Pues bien, yo veo lo mismo cuando la gente se desvive con los partidos o los jugadores. Lo peor es que un muchos casos se trata de personas que superan los 16 años. Pero como siempre, somos incapaces de ver que pecamos de aquello que criticamos. O simplemente serán cosas del fútbol.





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