miércoles, 9 de noviembre de 2016

Decadencia

No sé si es cosa mía por esto de que soy muy exigente, pero el mundo en el que vivo me parece cada vez más decadente. Ni siquiera es decadente con encanto como lo son algunas ciudades italianas que han perdido su grandeza, pero aún permanecen algo impregnadas por su gloria. No. El mundo se ha convertido en decadente sin clase, sin dignidad, sin vergüenza, sin belleza. Decadente a secas. Cutre. 

En realidad, este es uno de los grandes bucles de la humanidad. Innumerables pensadores, filósofos y gente corriente ha tenido esta misma sensación y esta misma queja a lo largo de la historia (junto con la de la juventud corrompida; todo un clásico).

En realidad, no me preocupa hasta qué punto el mundo es más o menos decadente de lo que lo fue en el pasado. Lo que me incumbe es: ¿qué puede hacer uno ante tal panorama? El suicidio es una opción (bromeo). Uno puede prepararse. ¿Cómo? Estando alerta, observando. Anticiparse es una opción cuando el presente y el futuro presenta tal escenario. La vida de cada uno está compuesta por innumerables decisiones y, esta vez, como en tantas otras, uno puede elegir. Uno puede escoger sumergirse en la decadencia llenándose los pulmones de su esencia vaciante, o bien puede observarla desde fuera, nadando siempre con la cabeza a flote. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario