viernes, 26 de octubre de 2012

El periodismo indigno

¡Ah, los periodistas! Ahora mismo debemos estar en el top five del ranking de los más odiados solo por detrás de los políticos, los banqueros, los controladores aéreos y... ¿el funcionario de turno? No, estamos antes. Amo esta profesión, pero ¿saben que les digo? Nos lo merecemos. 

¡¿Cómo no nos lo vamos a merecer si no hemos hecho otra cosa que legitimar las deleznables acciones del number one y number two de la lista anteriormente mencionada?! Lejos quedan los tiempos en  que se decía aquello de que el periodismo era parte de la columna vertebral de la democracia, en los que la gente corría a los quioscos a informarse, en los que los profesionales salíamos a la calle a presenciar las noticias o las vivíamos en nuestras propias carnes, lo que se dio en llamar periodismo gonzo. He llegado tarde y no he tenido la oportunidad de vivir esa época en la que hacíamos las cosas correctamente, no todos por supuesto, pero sí muchos. Suficientes como para no denigrar nuestra profesión. 

Hemos perdido la dignidad profesional y la personal, no sé en que orden. Somos unos vendidos, unos mentirosos, sufrimos del Síndrome de Estocolmo.

Por una parte estamos los resignados y, por otra, los que provocan la resignación.

Uno, recién licenciado, llega con toda la ilusión del mundo a su primer día de prácticas. Quiere hacer todo eso que tiene idealizado en su mente. Todo eso que debería ser Periodismo con mayúsculas. Quiere ser el primero en saberlo todo y el primero en contarlo. Quiere dar voz a los que no la tienen. Quiere investigar y denunciar. Quiere exclusivas. Quiere salir a la calle y hablar con los protagonistas de los hechos. Quiere adelantarse a los acontecimientos. Quiere explicar las causas y las consecuencias. Quiere, fíjense que cosa, hacer bien su trabajo. 

Pero ese pobre becario, al poco de empezar, se da cuenta de que esto no es posible:

- De esto no hables que la empresa a la que quieres poner a parir por haber hecho mal las cosas es anunciante. 
- De este político mucho menos, ¿no ves que su partido nos da una subvención? 
- ¿Que quieres salir a la calle a cubrir la noticia? No hay tiempo. Pon lo que te envíen en la nota de prensa y haz un par de llamadas... si tal. 
- ¡Uf!, esa historia no vende así, a ver si le encuentras un titular con más gancho (=sensacionalista).
- ¿No te ha cogido el teléfono? Si hubiese cogido habría podido dar su versión. La culpa es suya. Tú escribe con lo que tengas.
- Esos son cuatro mataos, ponlo a modo de breve. 
- Me da igual que no haya de dónde sacar en esa noticia, hay que llenar el espacio, así que a pensar. 
- Tenemos un fotón, a ver que le inventas como pie de foto. Haz algún chascarrillo.
- ¡Qué me dices! ¿Le arrancaron el brazo de cuajo durante una discusión? Esto va para la portada. 

¡Ah, vaya chasco amigos! ¡Qué poco dura la felicidad del licenciado en su primera experiencia laboral! Su visión ideal del Periodismo con mayúsculas no existe. Todo ficción. Tal vez existió, pero ya no más. 

"Si, señor. Si, señor. Lo que usted diga, señor". Esto dice el becario mientras por dentro piensa: "¿será siempre así?" Luego, con el tiempo, se da cuenta de que no es siempre así: es mucho peor. 

Hay que callarse cosas, decir medias verdades de manera continua. Hay que tener una agenda estupenda repleta de números de políticos y empresarios con los que te lleves genial. Hay que ir en contra de tus principios. Y entonces te plantas. Te rebelas y dices: "no estoy de acuerdo". Y te la cargas. Si estás de prácticas en ese medio de comunicación ni sueñes con que al acabar te vayan a ofrecer un puesto. Ni las gracias te darán. Te dirán, además, que vives en los mundos de Yupi, que lo que te han enseñado en la carrera nada tiene que ver con la vida real ("¡Qué verdad tan dolorosa!", piensas). En el caso de que seas un empleado pasarás a formar parte de una lista negra de subversivos: esos que tienen sus propias opiniones... ¡Habrase visto! Te situarás en el puesto número uno de futuros despedidos y sabes que no tardarán en darte la patada en el culo. Y como seas muy radical, de esos que dicen lo que piensan en cada momento y que son críticos con las cosas mal hechas, entonces amigo prepárate para irte muy lejos. Allá donde no haya llegado a oídos de ningún director que eres un peligro andante con principios. Por cierto, que te vayas da igual. Hay cientos de trabajadores esperando ansiosos cubrir tu puesto, incluso en peores condiciones. 

¿Qué pasa entonces? Que nos callamos. Que nos dejamos pisar. Porque, a pesar de todo, queremos ser periodistas. No en vano se trata de una profesión altamente vocacional. Y las cosas siempre han estado mal para nosotros, pero ahora están peor. No hay escapatoria.

Unos pocos afortunados conseguirán un puesto en un medio donde le permitan mantener íntegra su dignidad. Permítanme un inciso que se me viene a la cabeza al pensar en esta anhelada opción:

Beatus ille qui procul negotiis                     Dichoso aquel que lejos de los negocios,
ut prisca gens mortalium                           como la antigua raza de los hombres
paterna rura bobus exercet suis ,               dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con los bueyes,
solutus omni fenore,                                  libre de toda deuda,
neque excitatur classico meles truci            y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador,
neque horret iratum mare,                         ni tiene miedo a los ataques del mar,
forumque vitat et superba civium                que evita el foro y los soberbios palacios
potentiorum limina.                                   de los ciudadanos poderosos. 

Otros irán a parar al McDonald's* o preferirán trabajar en un gabinete de comunicación, agencia de publicidad o empresa. Por lo menos no tendrán que fingir que no están haciendo publicidad, todo el mundo sabrá que se trata de marketing. Los habrá que caerán en una profunda depresión y pensarán: ya me decían mis padres que estudiase Derecho. 

Desde siempre, el periodismo ha sido una profesión precaria: muchas horas de trabajo, poco salario, mucha responsabilidad y exposición continua a la opinión pública. Vamos, estrés chutado en vena. Mantenernos en estas condiciones provoca degradación y pérdida de valores. Y ya sabemos quiénes son los interesados en esto. Pero nos hemos convertido en nuestros propios enemigos. En vez de apoyarnos, en vez de hacernos valer con el poder de la palabra que tan bien deberíamos saber usar, nos pisoteamos entre nosotros. 

Ya he escuchado en varias ocasiones a periodistas de un medio de comunicación hablando mal de colegas de profesión diciendo: "viven como reyes, así cualquiera". Ojito, porque llaman vivir como reyes a cobrar un sueldo digno, a tener un horario más o menos establecido, a disponer de tiempo para escribir las noticias y pensar temas, a contar con más de un día libre a la semana... Vamos, reyes no, dioses...

¿Acaso no sería lo ideal? Los periodistas deberíamos trabajar en buenas condiciones para poder hacer bien nuestro cometido. Muchos, con esto de Internet, dicen que periodista puede ser cualquiera. Algunos crean un blog y postean "noticias" y dicen: "esto si está contrastado, no como hacen esos mentirosos de los medios". Habría que ver a ese bloguero ocioso trabajando para un medio de comunicación. Haciendo doce horas diarias a un ritmo alto de producción de contenidos. En televisión apenas hay tiempo para recoger las imágenes y enterarte muy por encima de lo que ha pasado. Como tengas, como está de moda ahora, que buscar, redactar y montar la noticia tú solo, date con un canto en los dientes si te da tiempo de asimilarla antes de tener que soltarla a la audiencia. En la radio es todo tan inmediato que a veces no da tiempo ni a documentarse sobre una entrevista imprevista o una noticia de última hora. Te vas enterando sobre la marcha y sobre la marcha la cuentas. En la prensa tienes que hacer varias piezas al día y esperar para redactarlas a última hora por si se produce alguna novedad antes del cierre. Te piden que pienses temas por tu cuenta, originales e interesantes, al tiempo que tienes que hacer varias noticias relativas a la actualidad y a las que dedicas jornadas interminables. En los medios online tienes que ser el primero en contarlo y, muchas veces, esto conlleva ser el primero en meter la pata. A veces ni siquiera tenemos medios técnicos. El ordenador se bloquea y no hay otro, no hay cámaras suficientes, ni micrófonos, ni coche, ni bolis, ni grapas, ni siquiera post-it.

Habría que ver a ese bloguero con alguien detrás azuzándole: "¡vamos postea! ¿Eso es todo lo que se te ocurre? ¡Más rápido! ¡Más cantidad! ¡Cambia el enfoque! ¡Te he dicho que eso no se puede contar!" Igual no se las daba de periodista tan fácilmente.

Horas y horas de trabajo por sueldos de risa. Llegamos al puesto nerviosos. Insatisfechos. Sin haber descansado. Sin despejar. Entonces empezamos a cabrearnos con el mundo y todo esto da paso a la resignación que resumimos con un "ya me da igual". ¿Que no me da tiempo a contrastar la noticia? Ya me da igual.  ¿Que no me dejan contar esto? Ya me da igual.  ¿Que mañana tengo que cubrir una noticia a las tantas de la noche cuando tenía una reserva en un restaurante con mi novi@ para celebrar nuestro aniversario? Ya me da igual. Convertimos esta resignación, poco a poco, en autocensura y en pérdida de dignidad que somos incapaces de ver, porque si viésemos esta realidad nos daríamos tanto asco a nosotros mismos que empezaríamos a preguntarnos que qué estamos haciendo con nuestra vida. Y estos pensamientos son siempre peligrosos. 

Pero si los de abajo estamos en riesgo de perder nuestra dignidad, los de arriba hace tiempo que la tiraron a lo más hondo de un pozo. A cambio de dinero en el bolsillo y cuatro favores han convertido su empresa en una contradicción. Llaman servicio público a medios de comunicación cómplices de aquellos que han podrido la sociedad. Aquellos que la envenenan con su avaricia y sus mentiras. Aquellos que fingen que quieren hacer cosas buenas por el bienestar común soltando falacias con una facilidad digna de un estudio psicológico. Hablamos de ellos para ellos. No hablamos de la sociedad. No hablamos de la gente. No hablamos de las personas en particular. Hablamos de entes, hablamos de cifras, hablamos de términos que pocos entienden. No hablamos de lo que importa, hablamos de lo que le interesa a unos pocos. Y no somos tontos. Los periodistas sabemos mucho. Estamos en el ajo, nos llegan informaciones de todos lados. Tenemos fuentes. Sabemos la verdad, pero no la contamos. Porque la verdad no llena los bolsillos. La verdad no gusta. La verdad es dura. 

Es duro también saber que cada vez es más difícil hacer viable un medio en el plano económico y que nos dan de comer los políticos con sus subvenciones y los empresarios con sus anuncios. Es duro saber que no ser un vendido a estas alturas es ser, prácticamente, ser un suicida. 

Pero nadie se libra de la responsabilidad de que los medios de comunicación se hayan convertido en gabinetes siervos de intereses varios. Ni de que se apueste por el sensacionalismo. La audiencia tiene buena parte de la culpa. Se dice de los periodistas que nos gusta la carnaza. Pues bien, hagan un seguimiento de la lista de noticias más vistas de cualquier diario online y díganme que detectan. ¡Oh vaya! En el número uno, aquellas que apuestan por un titular o un contenido morboso. Vayan a una página de medición de audiencias y díganme cuáles son los programas de televisión más vistos. ¡Oh vaya! La "princesa del pueblo" gana a los reportajes de investigación. ¿Qué escucha la gente en la radio? ¡Oh vaya! Hoy arrasan en los 40 Principales Juan Magán y Pitbull con su tema "Esa rubia sucia y loca; esa morena culona y crazy". ¿Tiene la sociedad los medios que se merece? Yo ya tengo mi respuesta.

Cuesta ir a contra corriente cuando esta es tan fuerte que sabes que pocas oportunidades hay de sobrevivir. Pero es ahí donde está la cuestión: ¿es preferible dejarse arrastrar y vivir sin dignidad o intentar llegar al otro lado a pesar del riesgo? De un extremo ya se sabe lo que hay, el otro puede sorprendernos. 

*Actualización 30/10/18: acabé trabajando en el McDonald´s 😂

2 comentarios:

  1. Muy valiente y certero. Estoy seguro que es el sentir de una vanguardia juvenil que aún tiene mucho que decir y hacer. Ánimo.

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  2. Gracias Gilberto! Siempre es un placer escuchar opiniones de personas que saben raspar bajo la superficie. Ojalá así sea :)

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