jueves, 10 de octubre de 2013

Pastillas para no soñar

En las pocas ocasiones en que veo la televisión, a veces me quedo embobada viendo los anuncios. Me gusta hacer un análisis de estos fragmentos audiovisuales partícipes de la idiotización de la sociedad y de la perpetuación de estereotipos. ¡Cuánta materia prima para hacer una radiografía sociológica!

Me llaman especialmente la atención los anuncios de medicamentos, placebos y similares. Hay uno reciente (como ha habido muchos) que reza algo así como: "¿No consigues conciliar el sueño y eso provoca que estés hecho mierda durante el día? ¡¡No pasa nada!! Toma estas pastis y te despertarás fresco como una lechuga después de un sueño reparador".


Y entonces pienso en todas esas personas que irán corriendo a la farmacia a comprar esas pastis tan guays que permiten que todos los malestares psicológicos y físicos que provocan insomnio desaparezcan para proporcionar un placentero sueño e incluso se caerá un poco de babita encima de la almohada. El anuncio continúa y el pobre protagonista que no daba pie con bola debido a la falta de sueño empieza a rendir de nuevo en sus "quehaseres" diarios.
Ja. 
Ja.
Ja.

Ahora, la solución a todos los tormentos que provocan la falta de sueño se toman en comprimidos. Y a tirar pa' lante. Y entonces, aunque el cuerpo aguante, la mente y el alma siguen deteriorándose por dentro. 

Pero ¿qué quieren? Acaso piensan que van a hacer un anuncio en el que digan: "Tú tienes la calve para solucionar tus problemas. Dormir plácidamente sin recurrir a somníferos es posible si encuentras el motivo de tu desazón y trabajas para sanarlo de manera natural y lógica". ¿Y eso a quién le generaría beneficios económicos?

Por otro lado, está el paciente en vigilia cuyo miedo, falta de voluntad o de perspicacia, o todo ello, le hace recurrir al remedio rápido y efectivo en términos cortoplacistas. 

Y se va al trabajo, ya por fin descansado, a dar el 100% aunque precisamente sea el trabajo lo que le ha quitado el sueño. Solo hace falta echar un vistazo alrededor, acostumbrados ya a agarrarnos a un clavo ardiendo para subsistir. Hagamos de esta frustración laboral nuestra rutina y consolémonos con que existen cosas peores.

O tal vez lo que quita el sueño está al llegar a casa, una familia que sería mejor tener lejos, pero al fin y al cabo siempre estará ahí y tienes la obligación de estar tú también. Tal vez un matrimonio infeliz, pero como para dar marcha atrás y empezar de nuevo ahora. Vivimos llenos de obligaciones y cargamos con ese peso sobre nuestros hombros obligándonos a dar pasitos pequeños y a pararnos durante largos periodos. 

O puede que nos quite el sueño todo lo contrario: la soledad. ¡Cuántas vueltas en la cama hace dar!

Puede que lo que provoca la vigilia sea esa sensación terrorífica de que de que pasan los años y se acaba el tiempo para hacer lo que se desea y la certeza de haber ido siempre a lo seguro y no haber tenido el valor de confiar en las intuiciones.

Las inseguridades personales, o la excesiva exigencia a uno mismo, tampoco ayudan a dormir a pierna suelta. Obsesionados siempre con lo qué pensarán y dirán los demás, incluidos y, sobre todo, aquéllos que no nos importan lo más mínimo. Estar fuera del sistema o pensar que se está en esa situación suele derivar también en falta de tranquilidad. 

A lo mejor, interrumpe el sueño ese dolor tras perder a alguien o algo que conformaba una parte esencial de la vida. Porque nos cuesta comprender que nada es tan importante como para que nuestra vida dependa de ello. 

¿Y qué me dicen de los traumas? Una infancia o adolescencia complicada puede abofetear una madurez en los momentos bajos y ayudar al desmoronamiento. 

Puede que una enfermedad esté en el origen del insomnio. La falta de confianza en una curación, un fármaco con un prospecto lleno de "bonitas" especulaciones al que uno se ve atado de por vida, malestares puntuales que alimentan un malestar general como una pescadilla que se muerde la cola...

Tantas, tantísimas cosas pueden quitar el sueño... y solo una puede devolverlo. No son unas pastillas, sino ser consciente de que algo no va bien y hacer algo real para solucionarlo para dormir de verdad. Para curarse. Y sobre todo, para conocerse a uno mismo y todos esos terrores interiores, drogados con pastillas hasta que el propio miedo de que reaparezcan hace que crezca el número de yonkis de las cápsulas mágicas de Morfeo. No hablo en este caso de pequeñas angustias o casos puntuales que nos llenan de preocupaciones y nos vacían de sueño, algo normal y lógico. Hablo de situaciones a largo plazo, cuando las semanas dan paso a los meses y estos se empiezan a contar por años. Cuando la excepción son las etapas en las que uno se siente feliz y la cama proporciona un genuino y placentero descanso

Pero nadie lo va a decir. ¿Acaso no quiere el sistema gente dispuesta a mantenerlo aún a costa de su salud? No es deseable que tengas tus propios pensamientos y que seas consciente de que todo lo que te han querido vender como ideal de felicidad no existe y dejes, por tanto, de consumir, de trabajar o de tomar pastillas y empieces a tener la facultad de decidir plenamente y, con todas sus consecuencias, sobre tu propia vida. De este modo el establishment correría peligro, así que toma somníferos y sonríe. Tu vida es una mierda, pero ahora puedes continuar con ella sin ojeras.  Sé un superman, y, sobre todo, sé una superwoman y jamás pierdas el ánimo porque tú no sabes lo que realmente quieres, ellos saben lo que quieres por ti. Y, como diría Joaquín Sabina, "Si protesta el corazón, en la farmacia puedes preguntar: ¿tienen pastillas para no soñar?"