martes, 29 de noviembre de 2016

Ponerse las pilas

Hay expresiones que me producen un rechazo inmediato. Una de ellas es "hay que ponerse las pilas". Es escribirla y ya me da repelús. Entiendo que se dice cuando se quiere acuciar a alguien para que espabile, pero es que eso de las pilas... Me imagino al sujeto en cuestión en "modo off" mientras le abren una puerta trasera situada a la altura de la espalda y le colocan unas buenas pilas, de esas gordas tipo D por lo menos, y he ahí que recobra vida y empieza a andar de manera mecánica y espasmódica cual muñeco de cuerda.

Esta imagen mental no me gusta. Lo que menos me gusta es que la imagen no es real, pero la idea sí. Lo que se espera de la persona es que empiece a moverse, a funcionar. El problema es que tiene que hacerlo de manera automática y alimentado por una energía externa. 


Realmente, y aunque mucha gente haya conseguido cosas para sí misma a base de ponerse las pilas, dudo que la respuesta a algo importante esté ahí. Me imagino preguntándole a un monje budista cómo ha llegado a alcanzar su paz interior y que me responda: "fue cuestión de ponerse las pilas". Lo que quiero decir es que, aunque el esfuerzo es necesario para alcanzar muchas cosas, este tiene que tener un sentido profundo. Y cuando es así solo puede estar basado en la motivación interior y, al menos en mi caso, esta no necesita de pilas extras, tiene una batería inagotable y más que de esfuerzo se trata de voluntad. 

En definitiva, si realmente te ves en la necesidad de ponerte las pilas para algo, piensa hasta qué punto ese algo comulga con un verdadero deseo interior. Porque es posible, pienso yo, que a lo mejor hasta puede ser beneficioso prescindir de pilas y quedarse en modo chatarra de vez en cuando en lugar de ir haciendo sobre esfuerzos. He visto que con la chatarra se pueden hacer cosas maravillosas.


"No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud y en esa plenitud todo es posible y sin esfuerzo porque te mueve la fuerza natural de la vida", 
Facundo Cabral

jueves, 10 de noviembre de 2016

Hombre mirando al sudeste

Ayer mismo me encontré con esta maravillosa película.

"La naturaleza solo permite un desarrollo muy lento. Favorece más fácilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia. Yo soy más racional que ustedes: respondo racionalmente a los estímulos. Si alguien sufre, lo consuelo; alguien me pide ayuda, se la doy. ¿Por qué entonces usted cree que estoy loco? Si alguien me mira, lo miro; alguien me habla, lo escucho.

Ustedes se han ido volviendo locos por no reconocer esos estímulos, simplemente por haber ido ignorándolos. Alguien se muere y ustedes lo dejan morir; alguien pide ayuda y ustedes miran para otro lado; alguien tiene hambre y ustedes dilapidan lo que tienen; alguien se muere de tristeza y ustedes lo encierran para no verlo. Alguien que sistemáticamente adopta esas conductas, que camina entre las víctimas como si no estuvieran, podrá vestirse bien, podrá pagar sus impuestos, ir a misa, pero no me va a negar que está enfermo. Su realidad es espantosa doctor. ¿Por qué no dejan de una buena vez la hipocresía y buscan de una buena vez la locura de este lado? Y se dejan de perseguir a los tristes, a los pobres de espíritu, a los que no compran porque no quieren o porque no pueden. Toda esa mierda que usted me vendería de muy buena gana. Si pudiera, claro".









miércoles, 9 de noviembre de 2016

Decadencia

No sé si es cosa mía por esto de que soy muy exigente, pero el mundo en el que vivo me parece cada vez más decadente. Ni siquiera es decadente con encanto como lo son algunas ciudades italianas que han perdido su grandeza, pero aún permanecen algo impregnadas por su gloria. No. El mundo se ha convertido en decadente sin clase, sin dignidad, sin vergüenza, sin belleza. Decadente a secas. Cutre. 

En realidad, este es uno de los grandes bucles de la humanidad. Innumerables pensadores, filósofos y gente corriente ha tenido esta misma sensación y esta misma queja a lo largo de la historia (junto con la de la juventud corrompida; todo un clásico).

En realidad, no me preocupa hasta qué punto el mundo es más o menos decadente de lo que lo fue en el pasado. Lo que me incumbe es: ¿qué puede hacer uno ante tal panorama? El suicidio es una opción (bromeo). Uno puede prepararse. ¿Cómo? Estando alerta, observando. Anticiparse es una opción cuando el presente y el futuro presenta tal escenario. La vida de cada uno está compuesta por innumerables decisiones y, esta vez, como en tantas otras, uno puede elegir. Uno puede escoger sumergirse en la decadencia llenándose los pulmones de su esencia vaciante, o bien puede observarla desde fuera, nadando siempre con la cabeza a flote.