lunes, 30 de mayo de 2016

Dulce melancolía

Hace tiempo que soy consciente mi inclinación por la melancolía. De hecho, pasé etapas de mi vida (años diría yo) dejándome llevar por esta sensación. Cuando uno es melancólico no suele hacer demasiados amigos, es visto como alguien serio y tristón que lo que le pasa es que no sabe contentarse y que tiene un problema de actitud. Esta percepción y juicios pueden convertir al melancólico en alguien más taciturno aún. 

Pero el melancólico es un Ave Fénix; renace continuamente de su tristeza y hundimiento. Puede que incluso se deje arrastrar por la depresión, pero también a ella le gana la batalla. Y lo hace a lo grande. El resurgir del melancólico es como un continuo renovarse (o morir: cosa que tampoco le importaría demasiado en sus horas bajas :D ). 

Este resurgir es grandioso porque el que lo hace lo consigue a base de una dedicación intelectual, emocional y especialmente creativa que lo lleva a descubrir caminos sólidos dónde solo había barrizales y alternativas ante aparentes precipicios insondables. Puede que después de regenerarse vuelva a caer aún más profundo pero oye, él lo intenta; practica eso que se llama vivir.  En general, el melancólico hace un bien a la sociedad pues abre vías nuevas en una continua búsqueda para no hundirse en un panorama cuyo repertorio no le satisface. Es decir, el melancólico genera, crea, cosa que no suelen hacer los satisfechos. 

Este renacer también es grandioso porque la sensación que embarga al triste cuando encuentra salida al hoyo es precisamente eso: volver a vivir como si todo fuese nuevo. Y puedo asegurar que no conozco sentimiento que se le parezca: una extraña mezcla de plenitud, ansias y respeto al tiempo que una continua percepción de lo sublime. 

Durante los periodos en que abandono la melancolía me siento feliz, contenta. Entonces la melancolía me parece una pérdida de tiempo. Pero cuando todo empieza a perder sentido de nuevo, la melancolía vuelve a aparecer como salvavidas, entonces me agarro a ella con fuerza y me parece más dulce que nunca. 

Tristeza não tem fim 
Felicidade sim 
Tom Jobim e Vinício de Moraes 

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