El tiempo. Te atrapa, te castiga, te acosa, te exaspera. Te libera, te redime, te da tregua, te tranquiliza.
El tiempo, siempre presente. También futuro y pasado.
Impalpable, pero perceptible.
Largo y breve.
Implacable.
¿Qué es la vida sino una cuenta a contrarreloj? ¿Qué es la vida sino tiempo? Tiempo para hacer esto y aquello. Tiempo para ser feliz. Para perseguir los sueños.
Los años pasan. Tic-tac.
El tiempo no se detiene, pero uno si. Uno se detiene en esto y aquello. Uno se detiene en instantes de infelicidad. Se detiene ante dudas y miedos. Y mientras uno está quieto, paralizado, el tiempo sigue su ritmo.
Los años pasan. Tic-tac.
El tiempo no se detiene, pero uno si. Uno se detiene en esto y aquello. Uno se detiene en instantes de infelicidad. Se detiene ante dudas y miedos. Y mientras uno está quieto, paralizado, el tiempo sigue su ritmo.
Es por todo esto que el tiempo es mi amigo y, a la vez, mi enemigo. Está en mi contra cuando se manifiesta en forma de agujas de reloj, en hojas de calendario y en años que se suceden demasiado rápido. Pero por eso misma razón está de mi parte. Porque me impulsa a no pararme, a no estancarme. A querer aprovecharlo. Mientras sienta que el tiempo me pisa los talones haré lo necesario para poder decir, una vez se acabe: ya no me importa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario