viernes, 28 de septiembre de 2012

Vivir en el medio del monte


Chenlo - O Porriño
Existe un lugar en el que nadie quiere vivir: en el medio del monte. Es decir "en el medio del monte" y, de repente, la gente se lleva las manos a la cabeza y empieza a exclamar: ¡qué horror! Normal. Al medio del monte solo se puede llegar en todoterreno, hay bestias salvajes acechando detrás de los arbustos y gente con guadaña al hombro campa a sus anchas por los caminos. El mismísimo Iker Jiménez se lo pensaría dos veces antes de hacer un reportaje en el medio del monte.

Es un lugar horrible porque no hay centros comerciales, grandes avenidas, gente por doquier... por no haber no hay ni modernos. Entiendo las reticencias, ¿qué urbanita querría vivir en un sitio así? Es poco menos que irse a la jungla.


Lo curioso es que mucha gente que vive en el medio del monte también lo detesta. Es más, esa gente no vive en el medio del monte. Dile a un gallego que habita en un lugar apartado de grandes núcleos de población en una vivienda rodeada de vegetación a la que se llega mediante accesos un tanto deficientes que vive en el medio del monte. Con un poco de suerte no te retirará su amistad. Se enfadará, se indignará, lo tomará como un insulto y expondrá toda clase de ridículos argumentos para convertir su hogar en un lugar lo más urbano posible.

Comparo a la gente que le molesta este comentario, en su mayoría jóvenes, con aquellos que reniegan de su idioma, pongamos por caso el gallego, y se avergüenzan al hablarlo en público a pesar de que pueda ser su lengua materna. Se trata de gente que no sabe valorar su identidad, insegura y demasiado presionada por los estereotipos. E identifico a los que creen que vivir en el medio del monte es algo necesariamente negativo como personas incapaces de salir de su comodidad. Suelen ser los generadores de estereotipos que los inseguros asumen. Normalmente, son incapaces de apreciar las cosas buenas de aquello que desconocen. Repito que hablo sobre todo de gente joven, los mayores no suelen andarse con estas estupideces.

Chandebrito-Nigrán (sendereando.es)
Yo que viví durante muchos años en el medio del monte y bien apartada nunca lo he tomado como un insulto. Érache boa! A los niños de mi parroquia nos decían en el cole otros niños del centro del pueblo que vivíamos en el medio del monte y como tal éramos unos montunos, es decir, rudos, bastos. Ciertamente nunca he visto un bruto de ciudad. Esa gente nace refinada porque la pequeña burguesía es delicada por naturaleza... NO. Cansada de encontrarme con personas que no entienden el concepto de comunidad, maleducadas y soberbias que se han criado sobre asfalto, solo he corroborado que montunos los hay en todos lados y, si cabe, más en la ciudad. Por una cuestión demográfica. O tal vez no.

En las aldeas y lugares apartados todavía existe la idea de que ayudar a los demás no conlleva necesariamente una contraprestación económica, el amor por los trabajos artesanos se palpa y hombre y naturaleza conviven sin destruirse. La gente parece feliz, desestresada. Sonríe y saluda. Te llevan en coche si te ven andando por un carretera. Preguntas una dirección y te invitan a un café. En su mayoría es gente sencilla que entiende las grandes cuestiones que preocupan a la humanidad aunque no suele revestir sus conocimientos de un falso lenguaje pomposo con la intención de hacer parecer que sabe más. Esta gente sabe lo que es el trabajo duro. Buena parte de las nuevas generaciones que viven en el medio del monte son otra historia desgraciadamente. Ellos mismos repudian el lugar en el que habitan no sabiendo apreciar estas cosas.

O Caurel-Lugo (por Xosé Marra)
Puede que aquellos que detestan la idea de vivir o pasar un tiempo en el medio del monte vean estos aspectos positivos y aún así se mantengan en sus trece. Y es por una razón que les espanta: el aislamiento. Ver vacas no suele ser lo que más asusta a alguien que nunca ha puesto un pie en el campo, lejos de todo. Lo que verdaderamente acongoja es la idea de no poder bajar a la calle y encontrarse con montones de personas. "¡Qué aburrido es vivir en el medio del monte!", dicen.

Soy la primera en reconocer que residir en un lugar apartado condiciona a la hora de socializar a los niveles en los que lo hace la gente de hoy en día (aunque muchos lo hagan sin salir de casa, guarecidos detrás de la pantalla del ordenador). Y creo que buena parte de la culpa la tiene un comportamiento cada vez más común entre los jóvenes: la hiperactividad. A mi entender, surge a raíz de un fallo en la educación. En los últimos años los padres se han esforzado demasiado en mantener a sus hijos entretenidos con un non-stop de actividades y estímulos. Vamos al cole, coge la pelota, clases de kung-fu, juega con los amigos en el parque, a pasear con el perrito, prepara las cosas para ir mañana a natación, juega a la videoconsola si te aburres e veña e dálle. A medida en que estos niños se hacen adultos no consiguen vivir sin una actividad y un parloteo continuados. El mero hecho de pensar que no disponen de un amplio abanico de posibilidades con solo bajar a la calle les lleva al aburrimiento. 

Por otra parte, la gente se ha acostumbrado a no aprovechar el tiempo para pensar aún disponiendo de ello. ¿Para qué reflexionar, darle vueltas a las cosas? No vaya a ser que pensar me haga replantearme mis decisiones, descubrir que no estoy satisfecho con lo que tengo. Pensar no está de moda y la gente se cansa de estar consigo misma con una facilidad que asusta.

Por esto invito a todos los hiperactivos del mundo y también a aquellos que tienen miedo a las reflexiones sobre uno mismo que se vayan un tiempo a vivir al medio del monte, y, si no mueren en el intento, seguro que la experiencia les hará más fuertes.


4 comentarios:

  1. Yo vivo en la ciudad y me paso el día "en medio del monte"...el mejor sitio para respirar y darle vueltas a la cabeza hasta dar con la respuesta a todo. Por cierto, totalmente de acuerdo con el comentario de la "hiperactividad" ;D. Escribes muy bien!!

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  2. E isto pódese aplicar a moitas outras cousas. Á lingua por exemplo. O autoodio está á orde do día porque sempre nos viu imposto. Crecemos con el. Renegamos do noso porque dende sempre nos dixeron que todo o de fóra é mellor. Polo tanto todo o que nós temos non é tan válido como o que ten o resto. E iso fainos vítimas dun atraso social impepinable. O mesmo pasa co monte. Somos afortunados. Non vivimos nun terreno seco, árido ou asfaltado. Clima estable. Nin inundacións, nin cloacas, nin ríos contaminados. E por se non nos chega con saber isto é de sobra coñecido que todos os éxodos rurais que se produciron ao longo da historia foron a causa das crises nas grandes cidades. Por algo será.

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  3. Gracias Raquel! Tener la posibilidad de pasar temporadas en el medio del monte y tener un huertecito en el que plantar alimentos para hacer esas recetas de abuela ya es la gloria, XD

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  4. Así é Silvia. Hai demasiada xente cega neste senso. A chave está na educación en todos os ámbitos. Desgraciadamente, reeducar a sociedade require moito tempo. Pero está nas nosas mans ser parte de ese proceso.

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