miércoles, 14 de noviembre de 2012

La invasión de los maleducados

No sé si es cosa mía pero veo maleducados por todas partes. Los veo en la escalera de mi edificio, en el supermercado, en el bar de enfrente, en el hospital, en las instituciones públicas... Están invadiendo el planeta. No hay escapatoria. Por mucho que intente evitarlos ahí están, acechando y listos para hacer alarde de sus malas formas.

Los maleducados, como bien es sabido, no entienden de modales. Los comportamientos más típicos de esta especie son: hablar a pleno pulmón (les es indiferente el contexto, sea discoteca o entierro), egocentrismo (yo, me, a mí...), nunca sonreír (salvo cuando se hacen gracia a sí mismos o para mofarse de otros), molestar (les encanta), dificultades graves a la hora de saludar y dar las gracias (no les sale, parece que sufren con solo intentarlo), incapacidad para mantener conversaciones equilibradas (interrupciones , distraimiento...), impuntualidad (de esta que sobrepasa con creces los cinco minutos de rigor), amargar la vida a los compañeros de trabajo (por todo lo dicho anteriormente)... Vamos, unos primores.

Si se acerca el final del día y un maleducado se percata de que no ha cumplido el cupo de molestias ocasionadas hace combos antes de irse a la cama, para asegurarse dormir a pierna suelta a costa e la energía de los demás. Vivir rodeado de maleducados es un peligro pues el riesgo de contagio es constante. 

Porque si tu norma es saludar y dar las gracias, pero nunca recibes una respuesta en la misma línea empiezas a relajar tus formas. Si te amargan en el trabajo, la comisura de tus labios empieza lentamente a caer hacia abajo o se frunce en un gesto hosco. Si llegas siempre a la hora esperas y esperas una y otra vez no vuelves a ser puntual. Molestas a alguien inintencionadamente y piensas "qué se joda, otros tantos me fastidiaron a mí antes". Sin quererlo, tiendes a construir conversaciones en las que se habla de "yo y tú" y de "tú y yo" al estilo partido de ping-pong. En definitiva: te vuelves un maleducado y ya estás listo para contagiar a los demás.

Los hay que se amparan en todo lo expuesto con anterioridad para justificar su mala educación. Ya están el funcionario de turno, el dependiente, el médico y tantos otros  que trabajan de cara al público quejándose de la cantidad de gente sin modales que tienen que atender al día y que provoca su enfurruñamiento. Punto número uno: no pagues conmigo la frustración que te han provocado otros. Punto número dos: a lo mejor has recibido una respuesta a la altura de tu recibimiento (muchos no son conscientes de que el fallo está en ellos, no en los demás). Punto número tres: es parte de tu trabajo, haberte hecho enterrador para no tener que hablar con tus clientes. Luego los hay que con cara de perro y desprecio, de la misma manera en que reciben al público, se preguntan por qué su negocio va mal. 

Voy a decir una obviedad, pero visto que la sociedad necesita que se la recuerde, me parece útil: el trato es fundamental. Ahora ya parece normal que si entras a un negocio y la persona encargada de atenderte está hablando por teléfono, limpiando un cristal, o viendo el ordenador (seguramente cotilleando en el facebook o echando alguna partidilla) no te diga ni hola, ni siquiera te vea. Esperas. Cambias de postura. Una vez. Otra vez. Miras la hora. Golpeas con el pie en el suelo de manera nerviosa a ver si se percatan de tu presencia. Nada, es como si entrase un fantasma. Tu tiempo no le importa.

Lo mejor es mantener a los maleducados lejos, pero es difícil. Cuando por fin has encontrado una cafetería en la que te atiende bien (oye, tampoco tiene que ser una cosa exquisita) te encuentras con otros clientes maleducados. Se sientan muy cerca de ti y se ponen a hablar a gritos. Esperabas por un amigo que llega tarde, como de costumbre. Decides librarte de varios maleducados de golpe, los pesados de al lado y tu amigo que pronto va a dejar de serlo. Te vas. Sales a la calle a dar un paseo y te cruzas con esas personas que ocupan toda la acera, así sea de cuatro metros. Empieza a llover, la gente saca sus paraguas y tú empiezas a temer por tus ojos, recuerda además que los que lo llevan tienen preferencia a la hora de cubrirse bajo las cornisas. Entras en un bazar oriental a comprar un paraguas y te persiguen como si fueras un ladrón (interesado en robar baratijas de 1€). Ya, de camino a casa, te topas con un niño pelma que te golpea con su balón; sus padres te miran como diciendo "¡ay, qué rico el niño! En el portal de tu edificio ves a tu vecino que misteriosamente no te reconoce, le aguantas la puerta y ni las gracias te da. Por fin en casa, te sientas en el sofá para relajarte. Los de arriba han decidido ponerse a mover los muebles, algo que hacen de manera habitual a horas intempestivas -_-!

Ante esta situación inevitable de contacto diario con maleducados y como prevención contra el contagio propongo dos cosas: tomárselo con humor y practicar yoga. 



3 comentarios:

  1. Leyéndote no pude evitar acordarme de la explicación que tienen algunos -que son el futuro de cierto partido político- para los malos modales: http://es.favstar.fm/users/andreahermida (supongo que ya estarás al tanto, pero por si acaso, la de los tuits del enlace es la protagonista de esto: http://www.lavozdegalicia.es/noticia/vigo/2012/11/09/dirigente-nuevas-generaciones-vigo-dice-homosexualidad-cura/00031352480710167205709.htm)

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  2. Sí, algo había oído pero tampoco le presté mucha atención porque hay cosas que considero que no merecen la pena mi tiempo. Dar cancha a este tipo de personas es alimentarlas, la indiferencia las destruye. Usa las míticas frases de troll, es taaaaan predecible. Por otra parte y aunque suene triste, tal y como está el mundo seguro que llegará lejos por muchos palos que le hayan llovido a raíz de esto.

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  3. A mí, sin embargo, me parece importante que se sepa que todavía quedan personas con ese tipo de "opiniones" y a qué partido pertenecen, para que así se asocien a lo que corresponde.

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