lunes, 20 de febrero de 2017

En carnaval: careta sobre careta

No sé que gracia le ve la gente a eso de disfrazarse. La mayoría lleva puesta una careta todo el año, sino varias.

¿Quién es el que se comporta como uno mismo las 24 horas? Con el jefe, con la familia, con el
mendigo, con el presidente… ¿Alguien se libera de los roles? Quién más y quién menos tiene unas cuantas caretas guardadas en el armario junto con la ropa que se va a poner ese día. Lo peor es que a veces uno se acostumbra tanto a las caretas que hasta en la más pura soledad se le olvida quitársela. ¿Por qué razón iba sino uno a aborrecer estar solo y la inactividad? Conviene distraerse y compañía para evitar que la careta se caiga y nos descubramos ante el espejo con esa cara desconocida que resulta que es nuestra. 

Es por esto que no acabo de entender la gracia de los carnavales. En realidad, imagino que en estas fechas las personas aprovechan precisamente para lo contrario. Ocultando sus caretas con otras careta se atreven por unos días a ser ellas mismas, a hacer el idiota para soltar todo ese disfraz que llevan pegado los restantes días del año. Como una buena borrachera. O como volver a la infancia. La excusa perfecta para sacar los instintos primarios, la desinhibición y hacer un papel escrito por ellas mismas pues, a diferencia del resto del año, uno escoge el disfraz y no se pone el que le mandan.

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