miércoles, 18 de enero de 2017

A mis veinte y diez: crisis de identidad.

Acabo de cumplir 30 años y no sé quién soy. La última vez que me hicieron esa pregunta en plan psicológico mi mente empezó a navegar entre ideas buscando unas cuantas a las que aferrarse. La respuesta-tipo empieza tal que así: "soy una persona..." Y luego solo consiste en añadir adjetivos que se suponen que te definen. La verdad, nada más decirla, ya sentí que era una mierda de respuesta. 

Como decía, después de 29 años de vida no sé quién soy. Creo que lo sé menos que nunca. Releyendo algún diario antiguo encontré ideas en las que me definía: "soy así, soy asá", escribía. Los veo ahora y pienso: o mucho cambié o no era tan así ni tan asá. Y creo que hay parte de verdad en ambas cosas. 


Considero la identidad como algo bastante irrelevante ya que se construye por oposición a un "otro" y en base de unos estándares establecidos en sociedad. Por tanto, está concebida para lo exterior por mucho que parezca algo íntimo. Si uno se criase completamente solo no se andaría haciendo estas preguntas, simplemente viviría. 

"Sé quién soy. Soy una persona cabezota, alegre, que se preocupa por las injusticias y con ganas de comerme el mundo. No dejo que me manipulen porque sé quién soy". Esto es un ejemplo de respuesta-tipo que comentaba al principio y que podría ser dicha por cualquier persona. No suena mal, incluso dan ganas de hacerse fan de alguien así. Pero lo que implica, en realidad, es un inmovilismo contrario a la propia esencia del ser. ¿Qué pasa si un día dejas de creer en lo que siempre has creído?¿Lo que consideras tu esencia de persona cabezota te hará negarlo? Probablemente. ¿Y si estás triste? No estás siendo tú misma; eres alegre, recuerda. ¿Y si alguna vez, en el fondo, te la pela lo que pase en el mundo? ¡Qué culpabilidad! ¿Y qué pasará cuando descubras que en vez de comerte el mundo el mundo te ha comido a ti? Te deprimirás. Crees que no pueden manipularte porque tienes muy claro quién eres, pero precisamente esa seguridad es la que te lleva de cabeza a ser carne de cañón siendo tú mismo tu primer manipulador. 

No creo que la complejidad de una persona pueda resumirse en unas pocas palabras. Y más, cuando esas pocas palabras excluyen, aparentemente, a sus contrarias. 

Nunca he estado más lejos de saber quién soy. En cambio, nunca me he sentido más cómoda en mi propia piel. Porque he entendido que eso no tiene importancia alguna, que nada depende totalmente de uno mismo ni mucho menos de unas cuantas ideas condicionadas por factores externos. Descubro que sé más cada vez que reconozco que sé menos. Es por eso que simplemente me abandono al hecho de ser una conciencia que ha encontrado morada en un cuerpo humano, nada más y nada menos que eso. Y así, todo parece encontrar su sitio en el vacío de la no concreción.


A mis cuarenta y diez, 
cuarenta y nueve dicen que aparento. 
Más antes que después 
he de enfrentarme al delicado momento 
de empezar a pensar 
en recogerme, de sentar la cabeza, 
de resignarme a dictar testamento 
(perdón por la tristeza) 
Para que mis allegados, condenados 
a un ingrato futuro, 
no sufran lo que he sufrido, he decidido 
no dejarles ni un duro. 
Sólo derechos de amor, 
un siete en el corazón y un mar de dudas.

Fragmento de A mis cuarenta y diez

Joaquín Sabina




miércoles, 21 de diciembre de 2016

Muerte al asesino

¿Que tal persona ha matado a otra? ¡Muerte al asesino! ¿Ha robado? Ojalá le arrebaten todas tus pertenencias. ¿Ha violado? Tendría bien merecido que hicieran lo mismo con él, pero con más violencia aún. 

¡Queremos a Barrabás! Daumier
Queremos nombre. Queremos apellidos. Queremos foto. Grande. En alta definición. Edad. Su pasado, su presente y su futuro de malnacido nos pertenece. Dentro de unos meses nadie se acordará ya, pero mientras haya carnaza veamos espectáculo de muerte en la hoguera. La presunción de inocencia está sobrevalorada. Además, todo el mundo es culpable hasta que su cartera demuestre lo contrario. 

Ahora que sabemos quién es y lo que ha hecho ya podemos ajusticiar. Porque la venganza sabe tan bien. Si robas a un ladrón, 100 años de perdón. Si matas a un asesino, justificación de sobra. El también tendría la suya si hubiese matado a un asesino pero eligió a uno que no lo era por eso es malo. La gente buena nunca hace esas canalladas. La gente buena es muy buena y no tiene lado oscuro. Como no tiene lado oscuro por eso arremete con tanta violencia ante la violencia. Porque nada se perturba en su interior, nada parecido al miedo a que, en el fondo, quién sabe si esa oscuridad podría despertarse algún día de la misma manera. Neguemos los propios monstruos que la sociedad engendra, si los metemos tras barrotes toda su vida estaremos a salvo.

El hombre, siempre creyéndose tan importante. Como si la justicia dependiese de su mano. 

lunes, 19 de diciembre de 2016

Quiero ser gato

He decidido que no me sirve de nada ser persona así que prefiero ser gato. 

Solo por el hecho de haber nacido humano parece que ya estés obligado a formar parte de la sociedad. La sociedad tendrá sus cosas buenas; de no ser así no existiría o eso escuché en algún lado. Pero a mí parecer, no compensa formar parte de ella la mayoría de las veces.

Cuando voy a dar un paseo en la naturaleza me siento muy diferente a cuando doy un paseo en sociedad. En la naturaleza me siento una exploradora, la vida sorprende a cada instante con detalles y la belleza está muy presente. En sociedad me siento un tanto rara avis, pocas cosas logran sorprenderme para bien y lo feo parece ganar terreno. 

Sé que parte de la responsabilidad a la hora de sentirme más cómoda en sociedad depende de mí. Consiste, básicamente, en tenerla menos en cuenta. En unirme cuando encaje conmigo, en ir por libre cuando no sea así. Sin miedos, sin presiones, sin importar lo que opinen los demás. Es por esto que he decidido ser gato. Cuando eres persona, la sociedad empieza a exigirte comportamientos de persona: que si no tengas contradicciones, que si no hagas esto no ves que otros sufrirán por ti, sé políticamente correcto, qué haces que así no es... He pensado que, a partir de ahora, me presentaré del siguiente modo.

- Hola, ¿Cómo te llamas?
- Hola, me llamo Tania. Y soy un gato.

A partir de ese momento, ya con las cartas sobre la mesa, el interlocutor solo puede exigirte lo que se le exige a un gato y no es gran cosa. Todos sabemos que los gatos aman dormir, comer, jugar, tomar el sol y que su naturaleza los hace desconfiados, curiosos y seductores. Pues bien, me parece una propuesta mucho más acorde a la Naturaleza que la que está hecha para los humanos en sociedad con esas continuas exigencias exhibicionistas que buscan convertir al otro en esclavo y fantoche de los deseos y expectativas ajenas. El gato no se esfuerza en ser gato. El hombre se esfuerza continuamente en ser hombre. Pues eso, tanto esforzarse para no obtener ningún resultado verdadero. 

Gato soy. Eso sí, el nombre lo elijo yo :D



lunes, 5 de diciembre de 2016

S.XX (y XXI), cambalache


El mundo fue y será una porquería ya lo sé, 
en el 506
y en el 2000 también.
Que siempre ha habido chorros
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos, varones y dublé.
Pero que el siglo XX
es un despliegue de maldad insolente
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo todos manoseaos.

Pues resulta que es lo mismo ser derecho que traidor.
Ignorante, sabio o chorro, generoso, estafador.
¡Todo es igual, nada es mejor!
¡Lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón;
los inmorales nos han igualao.

Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición,
da lo mismo que si es cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stravinsky va Don Bosco

y La Mignon, la Tacher, Napoleón
Carnera y San Martín
Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches
se ha mezclao la vida
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia junto a un calefón.

Siglo XX cambalache,
problemático y febril.
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil.
¡Dale nomás, dale que va!
¡Que allá en el horno nos vamos a encontrar!
No pienses más, sentate a un lao
que a nadie importa si naciste honrao.
Es lo mismo el que labora
noche y día, como un buey
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley.

martes, 29 de noviembre de 2016

Ponerse las pilas

Hay expresiones que me producen un rechazo inmediato. Una de ellas es "hay que ponerse las pilas". Es escribirla y ya me da repelús. Entiendo que se dice cuando se quiere acuciar a alguien para que espabile, pero es que eso de las pilas... Me imagino al sujeto en cuestión en "modo off" mientras le abren una puerta trasera situada a la altura de la espalda y le colocan unas buenas pilas, de esas gordas tipo D por lo menos, y he ahí que recobra vida y empieza a andar de manera mecánica y espasmódica cual muñeco de cuerda.

Esta imagen mental no me gusta. Lo que menos me gusta es que la imagen no es real, pero la idea sí. Lo que se espera de la persona es que empiece a moverse, a funcionar. El problema es que tiene que hacerlo de manera automática y alimentado por una energía externa. 


Realmente, y aunque mucha gente haya conseguido cosas para sí misma a base de ponerse las pilas, dudo que la respuesta a algo importante esté ahí. Me imagino preguntándole a un monje budista cómo ha llegado a alcanzar su paz interior y que me responda: "fue cuestión de ponerse las pilas". Lo que quiero decir es que, aunque el esfuerzo es necesario para alcanzar muchas cosas, este tiene que tener un sentido profundo. Y cuando es así solo puede estar basado en la motivación interior y, al menos en mi caso, esta no necesita de pilas extras, tiene una batería inagotable y más que de esfuerzo se trata de voluntad. 

En definitiva, si realmente te ves en la necesidad de ponerte las pilas para algo, piensa hasta qué punto ese algo comulga con un verdadero deseo interior. Porque es posible, pienso yo, que a lo mejor hasta puede ser beneficioso prescindir de pilas y quedarse en modo chatarra de vez en cuando en lugar de ir haciendo sobre esfuerzos. He visto que con la chatarra se pueden hacer cosas maravillosas.


"No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud y en esa plenitud todo es posible y sin esfuerzo porque te mueve la fuerza natural de la vida", 
Facundo Cabral

jueves, 10 de noviembre de 2016

Hombre mirando al sudeste

Ayer mismo me encontré con esta maravillosa película.

"La naturaleza solo permite un desarrollo muy lento. Favorece más fácilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia. Yo soy más racional que ustedes: respondo racionalmente a los estímulos. Si alguien sufre, lo consuelo; alguien me pide ayuda, se la doy. ¿Por qué entonces usted cree que estoy loco? Si alguien me mira, lo miro; alguien me habla, lo escucho.

Ustedes se han ido volviendo locos por no reconocer esos estímulos, simplemente por haber ido ignorándolos. Alguien se muere y ustedes lo dejan morir; alguien pide ayuda y ustedes miran para otro lado; alguien tiene hambre y ustedes dilapidan lo que tienen; alguien se muere de tristeza y ustedes lo encierran para no verlo. Alguien que sistemáticamente adopta esas conductas, que camina entre las víctimas como si no estuvieran, podrá vestirse bien, podrá pagar sus impuestos, ir a misa, pero no me va a negar que está enfermo. Su realidad es espantosa doctor. ¿Por qué no dejan de una buena vez la hipocresía y buscan de una buena vez la locura de este lado? Y se dejan de perseguir a los tristes, a los pobres de espíritu, a los que no compran porque no quieren o porque no pueden. Toda esa mierda que usted me vendería de muy buena gana. Si pudiera, claro".









miércoles, 9 de noviembre de 2016

Decadencia

No sé si es cosa mía por esto de que soy muy exigente, pero el mundo en el que vivo me parece cada vez más decadente. Ni siquiera es decadente con encanto como lo son algunas ciudades italianas que han perdido su grandeza, pero aún permanecen algo impregnadas por su gloria. No. El mundo se ha convertido en decadente sin clase, sin dignidad, sin vergüenza, sin belleza. Decadente a secas. Cutre. 

En realidad, este es uno de los grandes bucles de la humanidad. Innumerables pensadores, filósofos y gente corriente ha tenido esta misma sensación y esta misma queja a lo largo de la historia (junto con la de la juventud corrompida; todo un clásico).

En realidad, no me preocupa hasta qué punto el mundo es más o menos decadente de lo que lo fue en el pasado. Lo que me incumbe es: ¿qué puede hacer uno ante tal panorama? El suicidio es una opción (bromeo). Uno puede prepararse. ¿Cómo? Estando alerta, observando. Anticiparse es una opción cuando el presente y el futuro presenta tal escenario. La vida de cada uno está compuesta por innumerables decisiones y, esta vez, como en tantas otras, uno puede elegir. Uno puede escoger sumergirse en la decadencia llenándose los pulmones de su esencia vaciante, o bien puede observarla desde fuera, nadando siempre con la cabeza a flote.